De vuelta al Distrito, me duele la cabeza, me lloran los ojos y tengo unos mocos verde pantano que podría llenar una alberca. La ciudad está saturada de objetos luces y taxis horribles. La gente no es humana, más bien son objetos que se mueven y te ignoran. Todos preguntan que voy a hacer ahora. Dificil vida la de los chilangos